AMMA

"El amor es nuestra auténtica esencia. El amor no tiene limitaciones por razón de casta, religión, raza o nacionalidad. Todos nosotros somos perlas unidas por el mismo hilo del amor" AMMA

sábado, 2 de abril de 2011

Luz Inmortal

PREFACIO

Hay una verdad eterna que permanece inmutable a pesar de la erosión del tiem­po. Llegar a ser consciente de esa verdad es la meta de toda vida humana. De vez en cuando, algunos Mahatmas (Grandes Almas) adoptan un cuerpo humano y se muestran entre nosotros para tomarnos de la mano y conducimos hacia ella. Repiten el mensaje de las Escrituras y, añadiendo la dulzura de su propia expe­riencia, nos lo brindan en un estilo adap­tado a nuestra cultura y a nuestra época.
Las palabras de Amma muestran al hombre contemporáneo, a punto de aho­garse en el océano del samsara (el ciclo de los nacimientos, muertes y renaci­mientos), cómo puede saborear el néctar de la felicidad eterna. Son luces infalibles que guían a los que se debaten en las tinieblas de la ilusión materialista hacia el retorno a la estancia de la propia identi­dad, al interior de sí mismos.
Observemos nuestra vida. No sólo hemos olvidado la meta suprema de la existencia, sino que hemos aprendido también a ignorar las condiciones exter­nas necesarias para llegar a un auténtico conocimiento. A fin de despertar a la sociedad actual, carente de espiritualidad, es indispensable redefinir los códigos de la vida familiar con la ayuda de medios prácticos y establecer las reglas que nos conducirán a la verdad suprema. .
Quien moldee su vida siguiendo los consejos de Amma no tendrá necesidad de ir muy lejos en busca de la dicha. La dicha irá tras él. Con una sabiduría llena de amor, ella ha dado a sus hijos unas reglas sencillas para una vida donde se aúnan la práctica espiritual, el servicio a los demás y la sumisión a Dios.
La lámpara que ella enciende en el secreto de nuestros corazones sólo arderá con luz viva si añadimos cotidianamente el aceite de nuestra práctica espiritual. ¡Ojalá que Amma nos ayude a realizar nuestra ínfima parte a fin de llevar luz a este mundo, hundido en las tinieblas!

“Lo que necesitamos es la paz de la mente. Es la mayor de las riquezas.”

A MIS HIJOS...

A Mis queridos hijos:

Este cuerpo, el nuestro, no es eterno. En cualquier momento puede morir. Hemos nacido en forma humana tras innumerables nacimientos. Si malgasta­mos esta existencia viviendo como ani­males, renaceremos en forma animal an­tes de conseguir una nueva encarnación humana.
En la época actual estamos llenos de deseos. Es inútil empeñarse en satisfacer­los. Al fin y al cabo, cuando ya nos sintamos incapaces de apaciguados, per­deremos nuestro tiempo en lamentacio­nes y echaremos a perder nuestra salud. Lo que necesitamos es la paz de la mente. Es la mayor de las riquezas.
Hijos míos, no penséis que la paz de la mente se puede obtener mediante rique­zas materiales. ¿Acaso no hay seres huma­nos que han construido viviendas climatizadas y en ellas se han suicidado? Los países occidentales están provistos de una gran riqueza material y de toda clase de comodidades físicas. No obstan­te, esas personas no disfrutan de un solo momento de paz. La dicha y la tristeza no dependen de los objetos exteriores, sino de nuestra mente. El paraíso y el infierno se encuentran aquí, en nuestra tierra. Si comprendemos la utilidad y el papel que desempeña cada objeto material en nues­tra vida y vivimos de acuerdo con esta comprensión, desaparecerá la causa de nuestro sufrimiento. El conocimiento que nos enseña a vivir en esta tierra, a vivir una vida feliz a pesar de las dificultades, es un conocimiento espiritual, es el cono­cimiento de nuestra mente. Eso es lo que, ante todo, hemos de conseguir. Apren­diendo a discernir lo bueno y lo malo de ­todas las cosas de la vida, elegiremos el camino que lleva a la felicidad eterna. Sólo si nos esforzamos por realizar la propia identidad podremos saborear la dicha eterna.
No pensemos que nuestros padres, nuestros hijos o los miembros de nuestra familia estarán siempre a nuestro lado. Todo lo más, estarán con nosotros hasta el momento de nuestra muerte. Sin em­bargo, tomemos conciencia de que nues­tra vida no acaba simplemente tras los sesenta o los ochenta años que hayamos pasado aquí. Aún hemos de vivir muchas más vidas. Igual que hacemos con el dinero que reunimos en el banco para proveer las necesidades materiales de la vida, tendríamos que acumular una ri­queza eterna mientras seamos capaces de hacerlo física y mentalmente. Lo conse­guiremos si alabamos el nombre de Dios y realizamos acciones virtuosas.
Aunque obremos correctamente cien veces, bastará un solo error para que las personas renieguen de nosotros. Sucede exactamente lo contrario, cuando, tras cien faltas, Dios nos acoge por una sola acción justa. Por esto, hijos míos, no os apeguéis a nadie, sino adherios a Dios. Entregádselo todo. Cuando los hijos ha­yan crecido, se hayan casado o independizado, los padres deberían vivir su vida pensando en Dios y consagrándo­se a actividades devotas o, si les es posible, viviendo el resto de sus vidas en un ashram. Seguir atormentándose res­pecto a nuestros hijos no nos beneficiará, ni a ellos ni a nosotros. Pero si vivimos nuestros días recordando a Dios y alaban­do su Nombre, nuestras familias se enri­quecerán de una existencia así hasta la , séptima generación.
Hijos míos, deberíamos orar a Dios, sometemos a Él y vivir en su conocimien­to. Si nos refugiamos en Dios, llegaremos a Él y conseguiremos todo lo que necesi­tamos. No nos faltará nada. Si nos hace­mos amigos del encargado de la despen­sa de la cocina, quizá consigamos una calabaza. Pero si complacemos al rey, toda la riqueza del reino estará en nues­tras manos. Si tenemos leche, podremos obtener yogurt, suero y manteca. Igual­mente, si nos refugiamos en Dios, Él proveerá todas nuestras necesidades, tanto las materiales como las espirituales. La entrega a Dios aportará prosperidad, tan­to a nosotros, a nuestras familias, como a la sociedad.
Hijos míos, la vida tendría que desarro­llarse en el orden y en la disciplina. Sólo así podremos gozar de nuestra felicidad interior sin depender de los objetos exte­riores. Reflexionad sobre cómo nos esfor­zamos para aprobar un examen o conse­guir un empleo. Sin embargo, aún no hemos comenzado siquiera a conocemos a nosotros mismos a fin de llegar a la dicha eterna. Por lo menos, invirtamos el lío tiempo que aún nos queda progresando hacia esa meta. Hijos míos, cantad sin cesar vuestro mantra (frase o palabra en la que se concentra la atención de la mente). Practicad cada día vuestro sadhana (disciplina espiritual), en sole­dad, a la misma hora. Eventualmente, dirigios a un ashram y pasad algún tiem­po en él en silencioso lapa (ejercicio de repetición del mantra) y en meditación. Realizad tantas acciones desinteresadas en bien del mundo como el tiempo y las circunstancias lo permitan.
Este mundo existe gracias al amor. Cuando perdemos nuestro ritmo, la natu­raleza pierde también el suyo. La atmós­fera se emponzoña y deja de ser propicia a la germinación de las semillas, al creci­miento de los árboles y al desarrollo de los animales. El rendimiento de los culti­vos mengua, las enfermedades se multi­plican, las lluvias disminuyen y la sequía aumenta. Por tanto, hijos míos, amaos unos a otros. Haced que la rectitud, el amor y la restantes buenas cualidades se expandan. No alimentéis la cólera ni la envidia hacia nadie. Ved lo bueno de cada uno. Nunca habléis negativamente de los demás. Considerad a todo el mun­do como hijos de la misma madre y amadlos como a hermanos y hermanas. Dejad vuestras acciones en manos de Dios y permitid que Su voluntad preva­lezca en todas las circunstancias.
Hijos míos, si alguien nos interroga acerca de nuestra forma de vida, la res­puesta tendría que ser la siguiente: «¿No es verdad que cada uno de nosotros actúa teniendo como meta su propia tranquili­dad y su propia dicha? En esta forma de
vida encontramos la paz interior. ¿Por qué cuestionáis los valores fundamentales de nuestra vida? Corréis por montes y valles para encontrar la felicidad. Ved cuánto dinero gastáis en lujos inútiles, en subs­tancias tóxicas y en bienes materiales que, en realidad, no necesitáis. En cam­bio, ¿por qué os sentís tan contrariados cuando vamos a pasar unos días a un ashram y nos interesamos en asuntos espirituales?» Intentemos incrementar el vigor que se necesita para hablar así, con toda franqueza. No os intimidéis. Sed valientes. Tendríamos que vivir mimando nuestro patrimonio espiritual.
No tenemos por qué avergonzamos de nuestra forma de vivir. La vergüenza acarrea como consecuencia un sentimien­to de derrota. Decid abiertamente: ,He­mos elegido este camino en bien de nuestra paz espiritual. Pero vosotros, para conseguir esta paz, edificáis casas, os casáis y trabajáis en distintas cosas, ¿ver­dad? Nosotros hallamos la paz siguiendo nuestro camino. Nuestra meta es la paz mental, no la liberación ni un paraíso al que se llega después de la muerte. ¿De verdad os sentís vosotros en paz?
Cuando estamos en un barco o hemos subido al autobús, no tenemos por qué seguir llevando nuestro fardo en la cabe­za. Hijos míos, dejadlo todo en Sus ma­nos. Si vivimos con esta actitud de sumi­sión, no tendremos pena. Él cuidará tam­bién de nosotros y nos protegerá cons­tantemente.
AMMA         
“Amado Señor, permíteme que hoy te recuerde constantemente”

LA VIDA ESPIRITUAL


Hijas míos, deberíamos intentar le­vantamos de la cama antes de las cinco de la mañana. El momento ideal para realizar los ejercicios espirituales, como la meditación y la salmodia, es BrahmaMuhurta(entre las tres y las seis de la mañana). A lo largo de este período en la naturaleza dominan las cualidades sáttwicas (energías equilibrantes)l. La mente, además, se encuentra en estado de claridad y el cuerpo está lleno de energía. Nunca es bueno seguir durmien­do tras la salida del sol. Tampoco debe­ríamos quedamos en cama después de haber despertado. Si lo hacemos se incre­mentan nuestra pereza y nuestra indolen­cia. Los que no consiguen reducir rápida­mente la cantidad de sueño pueden ha­cerla en etapas graduales. Quienes prac­tican regularmente un sadhana necesitan dormir poco.
Al despertar, por la mañana, debería­mos levantamos por el lado derecho. Imaginemos que nuestra amada Divini­dad o nuestro gurú están de pie, ante nosotros, y postrémonos a sus pies. Lue­go, podemos meditar al menos durante cinco minutos, sentados en la cama. Ore­mos así, de todo corazón: «Amado Señor, permíteme que hoy Te recuerde constan­­temente. Que cada uno de mis pensa­mientos, palabras y actos me acerquen a Ti. No permitas que hiera a nadie, sea quien sea, con el pensamiento, la palabra o con la acción. Permanece conmigo en todo instante.»
Hijos míos, reservad al menos media hora por la mañana y otro tanto por la tarde a la práctica espiritual. Después del baño matinal, toda la familia tendría que reunirse para venerar al Señor. Podéis hacer el archana (acción cúltica) recitan­do los ciento ocho nombres o los mil nombres del Devi o de la Divinidad que hayáis elegido. Durante ese rato, podéis también repetir vuestro mantra, meditar o cantar himnos.
Sea cual sea la acción realizada, esfor­cémonos por conservar vivo en nosotros el pensamiento de Dios. Deberíamos postramos en el mismo sitio donde haya­mos estado sentados o donde nos haya­mos puesto en pie. Una buena costum­bre, que hay que cultivar, consiste en considerar nuestras estilográficas, nues­tros libros, nuestros vestidos, nuestros utensilios y los instrumentos que necesi­tamos para el trabajo como impregnados de la presencia de Dios y utilizados con cuidado y respeto. Si lo hacemos así, conservaremos el pensamiento de Dios en nuestro cuerpo, en nuestro espíritu y en la atmósfera. Los demás, al observar estas acciones, recibirán la inspiración de seguir esa misma práctica.

1.- El tantrismo distingue tres ritmos básicos de la naturaleza: sattwa, rajas y tamas. Tamas se relaciona con todo lo que significa perseverancia mecánica y se refiere a una mente obtusa, cerrada en su conser­vadurismo; rajas se relaciona con todo lo que es impulso violento, excitación, pasión, y se refiere a una mente expansiva; sattwas corresponde a la armonía o equilibrio entre las fuerzas. (N. del T.).

Hijos míos, cuando nos encontramos, tendríamos que saludamos unos a otros utilizando palabras que despierten el re­cuerdo de Dios como «Om Namah Shi­vaya», «Hari Om», «Jai Ma» y otras. Ense­ñadlas a vuestros hijos. «Om Namah
Shiva­ya» significa en realidad «Saludo a Aquél que nos es propicio». Cuando levantamos la mano para decir «Hasta la vista», nues­tro gesto indica que nos separamos, mien­tras que cuando unimos las manos e inclinamos la cabeza, nuestros corazones se aproximan.
Emplead vuestro tiempo libre en la oficina y en otros lugares cantando vues­tro mantra y leyendo libros espirituales. No os dejéis arrastrar a charlas inútiles y mirad de abordar temas espirituales con los demás. Evitad al precio que sea las malas compañías.
Desarrollad el hábito de escribir vues­tro diario cada noche antes de acostaros. Podemos anotar en el diario cuánto tiem­po hemos dedicado al ejercicio espiritual. Deberíamos llevar el diario de tal forma que nos permitiera ver nuestros errores y corregidos. No lo convirtamos en un simple registro de las faltas de los demás y de nuestros compromisos diarios.
Justo antes de irnos a la cama, debería­mos meditar por lo menos cinco minutos sentados en la cama y luego, imaginemos que nos agarramos fuertemente a los pies de nuestra Divinidad y que le rezamos de todo corazón: «Amado Señor, dígnate concederme tu perdón por las faltas que hoy he cometido consciente o incons­cientemente. Dame la fuerza de resistir para no volver a cometerlas.» Imagine­mos que ponemos la cabeza sobre sus rodillas o que nos encontramos a los pies de nuestra Divinidad favorita o de nues­tro guro, o visualicemos cómo la Divini­dad se sienta a nuestro lado. Entremos en el sueño repitiendo nuestro mantra. De esta forma, el recuerdo del mantra no se interrumpirá al dormir. Los niños debe­rían adquirir también esta costumbre. Deberían seguir un horario regular, tanto al acostarse como al levantarse.
Hijos míos, guardar dos horas de silen­cio cada día es beneficioso. Nuestro pro­greso espiritual se verá enormemente favorecido si igualmente somos capaces de guardar silencio un día a la semana. Uno podrá preguntarse: «¿No hay pensa­miento en la mente incluso cuando exte­riormente permanecemos en silencio?»
­Observad el agua de un depósito. Hay ondas en la superficie, pero el agua no se pierde. Sucede lo mismo cuando obser­vamos el silencio: perdemos tan sólo un poco de energía, aunque nuestros pensa­mientos prosigan su desarrollo en la mente. Es a través de las palabras que perdemos nuestra fuerza vital. La dura­ción de la vida de una paloma que arrulla sin cesar es corta, mientras que la silen­ciosa tortuga vive largo tiempo. Cantar los Nombres de Dios no es un obstáculo al voto de silencio. El silencio consiste en evitar los pensamientos y las conversa­ciones frívolas.
Un sadhak (el que se entrega a las prácticas espirituales) no tendrá tiempo para perderlo en conversaciones vacías. No le entrarán ganas de hablar prolonga­damente de cualquier cosa. Los que sin parar indagan las faltas de los demás nunca progresan espiritualmente. No hi­ráis a nadie en pensamiento, palabra o acción. Llenaos de compasión por todos los seres. Ahimsa (la no violencia) es el dharma (deber) más elevado.
Hijos míos, tenemos que venerar a todos los grandes maestros, a los monjes y a los gurús. Si alguno de ellos entra en nuestra casa, recibámoslo con el respeto y la obediencia que se le debe. Nuestra humildad, nuestra devoción y nuestra fe nos harán dignos de sus bendiciones, y no la pompa ni las demostraciones, ni tampoco sólo los ritos tradicionales.
Hijos míos, no prestéis atención a los que maldicen a los sabios y a los maes­tros. No os complazcáis con palabras des­corteses hacia nadie ni les prestéis aten­ción. Cuando abrigamos pensamientos negativos hacia alguien, nuestra mente se contamina.
Reservad algún tiempo cada día a la lectura de libros espirituales. Es también una forma de satsang (compañía de los santos). Tened al alcance de la mano un libro de enseñanzas de vuestro gurú, el Bhagavat Gita, el Ramayana, la Biblia o el Corán para poderlos leer cotidianamente. Aprended de memoria, por lo menos, un versículo cada día. Leed otros libros espi­rituales cuando dispongáis de tiempo. La lectura de las biografías y las enseñanzas de los grandes maestros nos ayudará a fortalecer nuestro espíritu de renuncia y a comprender fácilmente los principios espirituales. Es una buena costumbre tomar notas al leer o al escuchar confe­rencias espirituales. Con toda seguridad, esas notas os serán útiles en el futuro.
Hijos míos, orad por el bien de todos. Deberíamos pedirle a Dios que conceda una mente buena a todo el mundo, inclu­so a los que nos hieren. No podríamos dormir apaciblemente si un ladrón ronda­ra por la vecindad. Igualmente, cuando rezamos por el bien de otro, de esa plegaria extraemos paz y tranquilidad.
Hijos míos, cantad al menos una vez cada día el mantra: «Om loka samasta sukhino bhavantu!» «¡Que el mundo entero sea feliz!. »)
Enraicemos firmemente nuestras vidas en la Verdad. Abstengámonos de mentir. En esta época sombría de materialismo (Kali Yuga), la adhesión a la verdad es la más noble de las ascesis. Puede suceder que alguna vez nos veamos forzados a mentir a fin de proteger a alguien o sostener el dharma, pero tenemos que estar atentos a no mentir para nuestra propia satisfacción egoísta.
Nuestro corazón es el santuario, y en él tenemos que instalar a Dios. Nuestros pensamientos positivos son flores desti­nadas a venerado. Las buenas acciones constituyen la adoración, las buenas pa­labras son los himnos y el amor es la ofrenda.
En la visión divina no hay exterior ni interior. No obstante, al principio, Amma pide a cada uno que medite en Él en su corazón a fin de llegar a concentrarse.

Hijos míos, la meditación no consiste simplemente en quedarse sentado y ce­rrar los ojos. Deberíamos considerar cada acción nuestra como un acto de adora­ción. Intentemos ser conscientes de Su presencia en todo lugar.
Usad la radio, la televisión y las pelícu­las con discernimiento. Seguid tan sólo los programas que mejores vuestros co­nocimientos y vuestra cultura. La televi­sión es «tele-visham» (visham significa veneno en malayalam, la lengua mater­na de Amma). Si no tomamos precaucio­nes, puede corromper nuestra cultura, estropeamos la vida y hacemos perder el tiempo.
Lo que realmente necesitamos es la paz de la mente. Y la paz de la mente sólo puede obtenerse mediante el control mental.
Deberíamos perdonar y olvidar las faltas de los demás. La cólera es el adver­sario de todo el que aspira a ser espiritual. La cólera genera una pérdida de energía por cada uno de los poros de nuestra piel. Cuando nos veamos en circunstancias en las que nuestra mente se vea tentada por la cólera, deberíamos ejercitar el control y decidir con firmeza: «No». Retirémonos a un lugar solitario y entonemos nuestro mantra. La mente se calmará por sí sola.
Hijos míos, quienes no están casados deberían preservar su energía vital guar­dando la castidad. Al transformar la ener­gía obtenida de esta forma en ojas (vita­lidad), practicamos también un sadhana. Gracias al incremento de ojas, nuestra inteligencia, nuestra memoria, nuestra salud y nuestra belleza también se acre­centarán. Con ello ganaremos una paz mental duradera.
No hay progreso posible sin disciplina. Una nación, una institución, una familia o un individuo sólo pueden avanzar si se conforman a las palabras de los que merecen el respeto y obedecen leyes y reglas adecuadas. Hijos míos, la obedien­cia no es debilidad. La obediencia, aliada a la humildad, conduce a la disciplina.
Hay que enterrar la semilla para que se manifieste su naturaleza real en forma de planta. Sólo podemos crecer mediante la modestia y la humildad. La altanería y el orgullo nos destruirían. Vivamos con esta firme convicción: «Soy el servidor de todos». Entonces, todo el universo se postrará delante de nosotros.
¿Para qué sirve nuestra vida si no somos capaces de reservar una hora, de las veinticuatro que tiene el día, para pensar en Dios? Reflexionad en el núme­ro de horas invertidas en la lectura de periódicos, en charlar vanamente y en actuar de forma inútil. Hijos míos, pode­mos ciertamente reservar una hora al sadhana, si queremos. El sadhana es nuestra verdadera riqueza. Si no pode­mos liberamos una hora, consagrémosle, por lo menos, media hora por la mañana y otra media hora al anochecer.
La meditación incrementa nuestra vita­lidad y fortalece nuestra inteligencia. Nuestra belleza aumenta, la mente se afina y la salud mejora. Con ella ganamos en fuerza mental y en paciencia, necesa­rias para afrontar los problemas de la vida. ¡Meditad! Sólo por la meditación podemos hallar el tesoro que buscamos.
Hijos míos, la práctica cotidiana de las posturas del yoga o el ejercicio de suryanamaskara (saludo al sol) es exce­lente para la salud y para ejercitar el sadhana. La falta de ejercicio es el origen de muchas enfermedades contemporá­neas. Si disponemos de tiempo suficiente para ir a alguna parte a pie, vayamos andando en vez de tomar un vehículo. Es un buen ejercicio. No deberíamos depen­der de los vehículos sino en caso de hacer un largo viaje. Utilizad una bicicleta siem­pre que podáis. De esta forma, ahorraréis también vuestro dinero.
Hijos míos, de vez en cuando tendría­mos que visitar un hospicio destinado a los pobres, un orfelinato o un hospital. Podemos hacemos acompañar por nues­tra familia a fin de brindar nuestra ayuda y consagramos al bienestar de sus ocu­pantes. Una palabra pronunciada con amor e interés renovará sus fuerzas más que cualquier suma de dinero. Al mismo tiempo, esta acción contribuirá a ensan­char nuestro corazón.
Intentad pasar al menos dos o tres días al mes en un ashram. Respirar el aire sano que allí reina purificará y fortalecerá nues­tro cuerpo y nuestra mente. De esta for­ma, recargando nuestras baterías, podre­mos proseguir nuestra meditación y nues­tro lapa incluso después de haber regre­sado a nuestro domicilio habitual.

« La Madre Divina sólo escucha el lenguaje del corazón...»

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ARCHANA

Los miembros de la familia deberían sentarse juntos y practicar el archana por la mañana después del baño. Si no pue­den estar todos juntos, bastan los archana individuales. Si las circunstancias no per­miten tomar el baño, por lo menos lavaos las manos y la cara, pero no rompáis vuestra práctica cotidiana del archana.
Algunas mujeres tienen más pensa­mientos negativos durante sus reglas menstruales que el resto del tiempo. Por lo mismo, entonar un mantra les es más que necesario. En la India, la costumbre quiere que las mujeres, durante este pe­ríodo, no tomen parte en los rituales junto con los demás. Pueden sentarse aparte y
entonar su mantra o realizar el archana individualmente. Algunos piensan que las mujeres no deberían cantar los Mil Nombres del Devi cuando tienen sus reglas, pero Amma os asegura que las mujeres no cometen ninguna falta o error al hacerla. La Madre Divina sólo escucha el lenguaje del corazón. Las mujeres pue­den, pues, cantar los Mil Nombres del Devi (Lalita Sahasranama).
En la medida de lo posible, nadie debería dormir durante el archana en la casa familiar. Si nos invade el sueño durante la recitación, deberíamos levan­tamos y proseguir el canto. Hijos míos, no olvidéis que la forma sutil de la amada Divinidad está presente en el lugar donde se practica el archana. No deberíamos marchamos o hablar de otra cosa mien­tras dura el archana.
Colocar una imagen de nuestra amada Divinidad ante nosotros durante el archana es muy útil. Meditad cinco mi­nutos antes de empezar la recitación. Visualizad a la amada Divinidad clara­mente, desde los pies a la cabeza, y luego, una vez más, desde la cabeza a los pies. Podemos imaginamos que la Divinidad, que se encuentra dentro del loto de nuestro corazón, va a sentarse a la silla especial puesta ante nosotros. Con cada mantra, imaginemos que ofrecemos flo­res a los pies de nuestra Divinidad. Visualizad en el corazón un árbol con flores e imaginaos que las tomáis. Imagi­nad que ofrecéis a la divinidad las flores blancas de ese árbol. Cuando no haya flores naturales o éstas sean insuficientes, podemos realizar el archana utilizando flores mentales (mansa pushpam) que vengan del corazón. Tales flores, ofreci­das con devoción, complacen al Señor. Las flores del corazón son la humildad, la devoción y una actitud sumisa.
Aquello a lo que estamos más adheri­dos, lo más querido, es lo que debemos ofrecer al Señor. ¿Acaso una madre no da a su hijo lo que cree que es lo mejor?
Realizar algunos pranayamas (ejerci­cios de respiración) antes del archana nos ayudará a concentramos. Sentaos con la espalda erguida, cerrad el orificio nasal derecho, inspirad por el orificio nasal izquierdo y luego expirad por el orificio derecho cerrando el izquierdo. Inspirad después por el derecho y expi­rad por el izquierdo. Hacerla así constitu­ye un ejercicio completo de pranayama. Podéis repetirlo tres veces. Al inspirar, intentad imaginaros que nos llenan todas las buenas cualidades. Cuando expira­mos, imaginémonos que las cualidades nefastas, los pensamientos negativos y las malas vasanas (tendencias), se alejan de vosotros en forma de oscuridad.
El akshata, el grano de arroz entero sin cascabillo, lavado y secado, mezclado con una pizca de polvo de turmeric y con una o dos gotas de ghee (manteca purifi­cada), pude utilizarse para el archana en lugar de las flores. Después del archana, podéis recogerlo y añadirlo a los cereales o al arroz para la cocina.
Al principio, no todos serán capaces de repetir claramente cada mantra del Lalita Sahasranama (los Mil Nombres de la Madre Divina). En ese caso, cada cual puede responder a los cantos con un solo mantra. Durante la recitación del Lalita Sahasranama, la respuesta es "Om Pa­rashaktya Namaha" o ,Om Sivasaktyaikya Rupinyai Namaha,,2.
No os pongáis de pie inmediatamente después de concluir el archana. Hay que volver a poner a la Divinidad en su pedestal, ante nosotros, y reinstalarla de nuevo en el corazón. Visualizad la forma de la Divinidad sentada en nuestro cora­zón y meditad un rato. Si os es posible, cantad uno o dos kirtans (himnos). Tras darle una inyección al paciente, se le pide a éste que descanse unos minutos para dejar que el medicamento se difunda por el cuerpo. Igualmente para aprovechar todo el beneficio de los mantras, nuestra mente debe estar en calma un momento tras la recitación.
Al concluir el archana, postraos; lue­go levantaos y sin moveros del sitio, girad sobre vosotros mismos tres veces en el sentido de las agujas del reloj, como si dierais la vuelta en torno a un templo. Después, postraos ante el Señor.
Poned las flores que hayáis utilizado para un archana bajo un árbol, o en un rincón del patio o del jardín, donde nadie pueda pisadas.
Hijos míos, si podemos hacer el archana de los Mil Nombres de la Madre Divina con devoción, avanzaremos espi­ritualmente. Los bienes materiales nece­sarios para la vida, el alimento y los vestidos, nunca faltarán en una familia que recita el Lalita Sahasranama devota­mente.

2.- Cuando se recitan los 108 nombres de Arnma, la respuesta es "Om Amrtiteswaryai Namaha.. (Nota del Editor).

Hijos míos, deberíamos considerar cada nombre como un nombre de nuestra amada Divinidad. Imaginemos que es Ella quien se nos muestra bajo esas múl­tiples formas. Si nuestra Divinidad es
Krishna, al cantar los Nombres de la Madre Divina, imaginemos que Krishna se nos ha mostrado bajo la forma de Devi. ¡Que no se nos ocurra pensar que, al oír cantar los nombres de Devi, Krishna se sienta contrariado! Tales diferencias exis­ten, sí, en nuestro mundo, pero no en el Suyo.
«Hijos míos, cantemos siempre nuestro mantra en la cabeza, al andar, al viajar, al trabajar...»

JAPA


Hijos míos, en esta época negra de materialismo, cantar un mantra (japa) es el método más sencillo para llegar a la purificación interior y a la concentración. Se puede llegar a realizar el lapa en cualquier momento y en todo lugar, sin tener que observar ninguna regla en lo referente a la pureza de la mente y del cuerpo. Podemos repetir nuestro mantra aun estando ocupados en alguna tarea, sea la que sea. Decidirse a repetir el mantra un deter­minado número de veces al día nos ayu­dará a establecer en nosotros mismos la costumbre del lapa. Deberíamos conser­var siempre sobre nosotros un rosario (mala) para efectuar el lapa. El rosario puede tener 108, 54 o 18 perlas de dis­tintos materiales como cristal, sándalo o piedras preciosas presididas por una per­la principal (perla del gurú).
Deberíamos decidimos a cantar un determinado nú­mero de rosarios cada día. Hijos míos, cantemos siempre nuestro mantra en la cabeza mientras andamos, vamos de via­je o estamos trabajando. Es recomenda­ble obtener un mantra de un Maestro Realizado (Sat-Guru). Antes de que esto suceda, podemos usar uno de los mantras de la divinidad que hayamos elegido, como "Om Namah Shivaya», "Om Namo Bjagavate Vasudevaya» , "Om Namo Na­rayana-, "Hare Rama Hare Rama Rama Rama Hare Hare, Hare Krishna Hare Krishna Krishna Krishna Hare Hare-, "Han Om», "Om Parashaktyai Namaha-, "Om Shivashaktyaikya Rupinyai Namaha- o los nombres de Cristo, Alá o Buda.
Intentad no interrumpir ni un solo ins­tante el canto de vuestro mantra. Prose­guid con la repetición de vuestro mantra sea cual sea la actividad en que andéis ocupados. Al principio, no os será siem­pre posible cantar mentalmente el mantra; por tanto, practicad el lapa con los labios, moviéndolos incesantemente, como si fuerais un pez que bebiera agua. Si per­severáis en vuestro lapa, las conversacio­nes inútiles durante el trabajo ya no serán posibles. La mente permanecerá en cal­ma. Las enfermedades contemporáneas son principalmente de origen psico­somático. El lapa os traerá salud tanto a vuestra mente como a vuestro cuerpo.
Si una actividad no nos deja cantar nuestro mantra, oremos así antes de empezada: «Señor, concédeme tu bendi­ción para que pueda realizar este trabajo de tal manera que te sea agradable». Una vez concluida la actividad, oremos de nuevo al Señor para que perdone las faltas que podamos haber cometido, cons­ciente o inconscientemente, durante la misma.
Pensad con qué frenesí buscamos nuestro dinero si lo hemos perdido en un viaje. Igualmente, si no podemos realizar nuestro lapa, aunque sólo sea por un breve instante, deberíamos lamentamos así: «¡Ay, Señor!, ¡cuánto tiempo he perdi­do!». Con semejante ardor, incluso el tiempo dedicado al sueño no se habrá malgastado.
Hijos míos, si hemos perdido un mi­llón de dólares, podemos recuperado. Pero si perdemos un segundo, no nos será devuelto. Cada instante en el que no nos acordemos de Dios representa para nosotros una pérdida.
Escribir al menos una página de man­tras cada día es un buen ejercicio. Mu­chos se concentran mejor al escribir que al recitar. Mirad de inculcar a vuestros hijos la costumbre de repetir y escribir con aplicación su mantra. Esta actividad contribuirá a mejorar su escritura. El cua­derno donde se haya escrito el manera no se debe dejar en cualquier sitio, sino que hay que guardado religiosamente en la habitación donde tenemos por costum­bre meditar o rezar.

«La devoción real consiste en percibir la forma bienamada de Dios en cada ser vivo y, en consecuencia, servirlo.»

 

LOS TEMPLOS


Hijos míos, los templos son lugares en los que, al menos por un instan­te, el recuerdo de Dios se enciende en nuestros corazones, que por lo demás están totalmente inmersos en las preocu­paciones vinculadas al mundo. Pero no es necesario que nos quedemos pegados a los rituales de los templos hasta el fin de nuestros días. Nada malo puede suceder­nos si practicamos el lapa y la meditación cada día en la soledad, sin tener que entrar en ningún templo. Igualmente, si no somos capaces de establecer firme­mente al Señor en nuestro corazón, toda una vida empleada en visitas a los tem­plos no nos servirá de nada.
Cuando visitéis algún templo o vayáis a ver a algún Maestro espiritual, no os presentéis con las manos vacías. Ofreced algo en señal de sumisión, aunque sólo sea una sencilla flor.
Hay una gran diferencia entre ofrecer una guirnalda de flores comprada en un almacén y una guirnalda hecha por noso­tros con flores tomadas de nuestro jardín. Cuando plantamos las flores, las rega­mos, las tomamos, componemos la guirnalda y la llevamos al templo, única­mente el pensamiento de Dios ocupa nuestro espíritu. El Señor acepta todo lo que se le ofrece con intenso amor. Cuan­do compramos una guirnalda en un alma­cén y adornamos con ella a la Divinidad, sólo hacemos un gesto ritual, mientras que la otra es una guirnalda de pura devoción y un acto de amor.
Hijos míos, cuando vayáis al templo, no tengáis prisa en tener el darshan (visión) de la Divinidad, hacer algunas ofrendas y regresar apresuradamente a casa. Deberíamos permanecer allí en pie un instante, con paciencia, en silencio, e intentar visualizar a la amada Divinidad en nuestro corazón. De ser posible, sen­taos y meditad. A cada paso que deis, recordad la práctica de vuestro lapa. Amma no dice que las ofrendas y la devoción no sean necesarias, sino que, de todas las ofrendas que le hacemos, la que el Señor desea con mayor intensidad es nuestro corazón.
Hijos míos, si se nos dice que llevemos una ofrenda al templo o a los pies del gurú, no se nos dice porque el Señor o el gurú tengan necesidad de riquezas ni de cualquier otra cosa. La verdadera ofrenda es la sumisión de nuestra inteligencia y de nuestro corazón. ¿Cómo conseguido? No podemos ofrendar nuestra mente en el
estado en que se encuentra actualmente, sino sólo las cosas a las que está apegada. Hoy, nuestra mente está profundamente apegada al dinero y a los restantes obje­tos materiales. Al poner esos pensamien­tos a los pies del Señor, le ofrecemos nuestro corazón. Tal es el principio que está en la base de los dones de la caridad.
Hay quien piensa que el Señor Shiva se encuentra únicamente en Kashi o que el Señor Krishna sólo se halla en Bridavan. Hijos míos, no creáis que Dios se ciñe a las cuatro paredes de un templo o queda limitado por los límites de una población.
Él es el Omnipotente y el Omnipresente. Puede tomar cualquier forma que elija. Deberíamos tener la capacidad de reco­nocer a nuestra amada Divinidad en todo. La devoción real consiste en percibir la forma bienamada de Dios no sólo en el templo, sino también en cada ser vivo y, en consecuencia, servido. Si la Divinidad que hemos elegido es Krishna, debería­mos ser capaces de ver a Krishna en todas partes, en cada templo, tanto si se trata de un templo dedicado a Devi o a Shiva. Hijos míos, no penséis que Shiva puede encolerizarse si no lo adoramos en un templo dedicado a Él, o que la Madre divina no quiere damos su bendición si no la veneramos yendo a un templo consagrado a Devi. Una misma persona es llamada «esposo» por la mujer, «padre» por los hijos y «hermano» por la hermana. Tal persona no cambia simplemente por­que los demás la llamen con nombres distintos. Cada uno de nosotros reza a Dios bajo una particular forma y lo invoca en función de sus tendencias innatas y de su imaginación. ¿Acaso no nos servimos siempre del mismo nombre para designar a una misma persona? De esta forma, también respecto a Dios, necesitamos un nombre y una forma que nos guste.
Podemos preguntamos: «¿Nos responde­rá Keshava si lo llamamos Madhava?». Pero la verdad es que, en este punto, no nos dirigimos a un individuo cualquiera. Invocamos al Señor Omnisciente. Él co­noce nuestra mente. Sabe que nos dirigi­mos a Él, sea cual sea el nombre que para ello empleemos.
Hijos míos, podemos ir al templo, dar la vuelta reverentemente en torno al santuario y presentar nuestras ofrendas en el cofre reservado a los dones, pero si al salir le damos un puntapié a un men­digo que está en la puerta, ¿de qué sirve nuestra devoción? La compasión hacia los pobres es nuestro deber hacia el Señor. Amma no dice que tengamos que dar dinero a todos los mendigos que encontremos sentados a la entrada de los templos, pero sí afirma que no los despre­ciéis. Cuando sentimos odio hacia los demás nuestra mente se llena de impure­zas. La ecuanimidad de nuestra visión es Dios.
Las fiestas en los templos están desti­nadas a despertar espiritual y cultural­mente al pueblo. En nuestros días, los programas que se añaden a las fiestas sólo raramente sirven a este objetivo. En el recinto del templo deberían realizarse sólo aquellas actividades que hacen cre­cer en nosotros la espiritualidad. La at­mósfera del templo ha de vibrar con los Nombres de Dios. Una vez traspasada la puerta del templo, pongamos fin a todo parloteo inútil. Nuestra mente debe su­mergirse del todo en el pensamiento de Dios. Hijos míos, rehabilitar la santidad de los templos es responsabilidad de los cabeza de familia. En consecuencia, quie­nes se interesan por nuestro patrimonio espiritual deberían trabajar al unísono con las cofradías vinculadas a los templos para tratar de poner remedio a la deplo­rable situación que actualmente impera. Muchos sacerdotes y funcionarios de los templos son asalariados. Nadie debe­ría juzgar la religión basándose en las limitaciones de tales trabajadores. Sería preciso establecer reglas y leyes apropia­das para impedir que se conviertan en la presa de tentaciones materiales. Los au­ténticos guías espirituales de la religión son aquellos que se comprometen en un servicio desinteresado y consagran su vida a obtener la visión de Dios. Son los seres humanos quienes insuflan energía vital al ídolo en el templo. Si nadie esculpiera la piedra, ésta no se transformaría en ídolo. Si nadie la instala­ra en un templo, no sería santificada. Si no fuera venerada, no acumularía ningún poder. De no mediar el esfuerzo humano, no podría haber templos. Por tanto, ¿qué mal hay en decir que deberíamos consi­derar a los Grandes Maestros como igua­les a Dios? Los templos consagrados por semejantes maestros espirituales poseen una peculiar energía espiritual, que les es propia. En la antigüedad no había templos, sino simples linajes de gurús y discípulos. Los templos están destinados a los espí­ritus más débiles. Enseñamos a los niños ciegos mediante la escritura Braille. Uno podría preguntarse por qué lo hacemos así. ¿No se les podría enseñar de la misma manera que a los demás niños? No, no sería suficiente. Con los invidentes nos vemos obligados a utilizar este método especial. De igual forma, los hombres de nuestra época necesitan templos para establecer una conexión entre su mente y Dios. Renovar los templos no significa erigir inmensos pórticos a la entrada o enormes cofres para recibir las ofrendas. Hemos de concentramos en la celebración regu­lar de los ritos de veneración de acuerdo con la tradición, los satgans regulares (discursos espirituales), los cantos de devoción, etc. Nuestra devoción y nues­tra fe dan vida a los templos, no los rituales ni las ceremonias. Hijos míos., intentemos recordado cuando nos vemos implicados en la administración de los templos.

EL GURÚ


Ashrams y gurús son los pilares de la cultura espiritual. Si practicamos nuestro sadhana siguiendo las directri­ces del gurú, no necesitamos dirigimos a ninguna otra parte. Todo lo que nos sea necesario nos será dado por el gurú.
Hijos míos, sólo podemos crecer espi­ritualmente si vemos al gurú como una manifestación de Dios. No deberíamos aceptar a nadie como gurú antes de estar totalmente convencidos, por propia ex­periencia, de que es auténtico y digno de confianza. Una vez elegido, debemos sometemos al gurú sin reserva de ningu­na clase. Sólo de esta forma se hará posible nuestro progreso espiritual. Te­nerle devoción al gurú significa some­térsele totalmente.
Dejando aparte algunos seres escasos que han desarrollado fuertes tendencias espirituales en existencias anteriores, la realización de la propia identidad no le es posible a nadie sin la bendición de un
gurú. Considerad al gurú como la mani­festación de Dios en este mundo. Incluso habéis de tomar su más insignificante palabra como una orden y obedecerle. Tal es el verdadero gurudeva o servicio al gurú. No hay austeridad mayor. La bendi­ción del gurú pasa espontáneamente a un discípulo que obedece.
El gurú no está confinado a los límites del cuerpo. Cuando amemos desintere­sadamente al gurú, podremos vede no sólo en su cuerpo, sino en todo lo que existe en este mundo, tanto si es animado como inanimado. Aprended a ver en seres y objetos el cuerpo del gurú y, en consecuencia, aprenderéis a servidos.
El ashram es el cuerpo de Amma. El alma de Amma está en sus hijos. Hijos míos, todos los servicios prestados al ashram se hacen en favor de Amma. El ashram no es propiedad privada de na­die. Es un medio de llevar paz y serenidad al mundo entero.
Los hijos que reciben de Amma un mantra deberían llevar también una vida ordenada y disciplinada. Deberían re­nunciar a los malos hábitos como tomar drogas, fumar o beber. Deberían guardar castidad hasta el matrimonio. E incluso, después del matrimonio, deberían seguir los consejos de Amma en su vida conyu­gal. Hijos míos, deberíamos dejado todo en manos del gurú y no esconderle nin­gún secreto. El discípulo debe tener con el gurú el mismo amor y adhesión que un hijo con su madre. Sólo con esta condi­ción se puede crecer espiritualmente. El lapa y la meditación deben realizarse sin falta cada día. Sólo practicando el mantra regularmente sacaremos algún: beneficio de él. El conocimiento que dan los libros de agricultura no basta; hay que aplicado para obtener buenas cosechas.
"Con los alimentos que comemos nutrimos el cuerpo; lo que damos en caridad alimenta nuestra alma.»

EL SERVICIO DESINTERESADO


Hijos míos, debemos simplificar nues­tra vida y gastar lo que hemos ahorrado en ofrendas de amor. Ayudad a las obras de caridad, como por ejemplo, contribuir a la impresión y publicación de libros espirituales para que puedan ven­derse a un precio más barato. Los pobres tendrán entonces la posibilidad de com­prados y leerlos. De esta forma, contri­buiremos a que también ellos desarrollen una cultura espiritual.
No olvidéis reservar al menos una hora cada día al servicio de los demás.
Con los alimentos que comemos nutrimos el cuer­po; lo que damos en caridad alimenta nuestra alma. Si no disponéis de tiempo para hacerla todos los días, reservad al menos algunas horas a la semana para actos de caridad que valgan realmente la pena.
No deis dinero a todos los que mendi­gan. Es mejor que les deis alimento o vestidos. A veces se corre el peligro de que hagan mal uso del dinero, gastándolo en alcohol o drogas. No les demos tam­poco la posibilidad de que se extravíen. Intentad ver en ellos no a mendigos, sino a Dios mismo. Dadle gracias porque nos brinda la oportunidad de servirle. Es preferible no dar de comer a los mendigos que servirles un alimento es­tropeado en un plato sucio. Nunca se lo deis con desprecio. Los actos y las pala­bras amables son las mejores limosnas.
Es muy beneficioso realizar las cere­monias asociadas a nuestra vida, como dar un nombre, tomar el primer alimento sólido, iniciar la educación o casarse, en un templo o ashram y, en tales ocasio­nes, alimentar y vestir a los necesitados. Los gastos realizados para la celebración y ornato de una boda deberían reducirse al mínimo indispensable. Con lo ahorra­do, podría pagarse la boda de una mu­chacha pobre o la educación de un niño.
La renuncia tendría que formar parte de nuestra vida. Si tenemos por costum­bre compramos diez vestidos cada año, este año compremos uno menos y el próximo disminuyamos aún más nuestro gasto. De esta forma podremos reducir nuestro guardarropa hasta que sólo con­tenga el número de vestidos que, de veras, necesitamos. Con el dinero así ahorrado por diez personas habría bas­tante para construir una casa para alguien que realmente lo merezca, como un mi­nusválido o una familia muy pobre. Esta acción podría animarles a convertirse en devotos. Muchos nos imitarán al ver nues­tra rectitud y abnegación. Reducid el lujo, no sólo en los vestidos sino también en todo lo demás, y usad el dinero así aho­rrado en fines de caridad.
Hemos de dedicar una parte de nues­tros ingresos a ayudar a los demás. Si no os es posible dar dinero directamente a los que lo necesiten, podemos reservar­les lugar en un ashram o en una institu­ción espiritual que organice actividades sociales. Por ejemplo, podemos poner publicaciones espirituales a disposición de bibliotecas públicas, de escuelas o colegios. Nuestras acciones altruistas y desinteresadas no sólo ayudarán a los demás, sino que ampliarán también nues­tra conciencia. Quien toma una flor con la intención de ofrecerla es el primero en disfrutar de su perfume y belleza. Igual­mente, nuestro propio yo despierta me­diante nuestras acciones desinteresadas. Nuestro mismo aliento, impregnado de buenos pensamientos, aprovecha a los demás lo mismo que a la Madre Natura­leza.
Hijos míos, cuando servís al mundo desinteresadamente, servís a Amma.
«Hijos míos, sea cual sea la importancia de nuestro rango social, deberíamos consideramos constantemente como los servidores de nuestros hermanos.»

KARMA YOGA


Hijos míos, sea cual sea la importan­cia de nuestro rango social, debe­ríamos consideramos constantemente como los servidores de nuestros herma­nos. Pensad que Dios nos dio esta posi­ción para que pudiéramos ayudarles a proveer sus necesidades. Si lo hacemos así, la humildad y la modestia se desper­tarán automáticamente en nuestros cora­zones. Cuando desempeñamos nuestra tarea con la actitud de un servidor de Dios, nuestro trabajo se convierte en un sadhana. En vuestro puesto de trabajo, tratad a cada persona, tanto si es superior como subordinado, con amor y amistad. La forma de tratar a los demás determina la forma como nos trata el mundo.
Hijos míos, cuando un superior nos reprende, considerémoslo como una oca­sión brindada por Dios para eliminar nuestro ego y hacer tabla rasa de los sentimientos hostiles que pueden nacer en nosotros. Igualmente, cuando hemos de tratar severamente a un subordinado, cuidemos de que el odio o la irritación no nos invadan. A los ojos de un aspirante espiritual, los superiores, los subordina­dos y los colegas son formas diferentes del Señor.
Nunca pensemos que trabajamos para nuestro patrón o para la empresa. Debe­ríamos cumplir nuestra obligación con una actitud de servicio a Dios. Si lo hacemos así, nuestro trabajo no será simplemente una forma de fichar una serie de horas para ganar un salario. Seremos sinceros y atentos en nuestro trabajo. La primera cualidad que debería poseer un aspirante espiritual consiste en un perfecto shraddha (conciencia y aten­ción) dirigido a la tarea que hay que efectuar.
Estemos siempre dispuestos a realizar un trabajo suplementario además del que nos piden las reglas. Sólo un trabajo adicional, realizado sin deseo de alaban­zas o de reconocimiento, merece el nom­bre de servicio desinteresado.
Poner bien a la vista una imagen de nuestra amada Divinidad o de nuestro gurú en el lugar de trabajo nos ayudará a conservar constantemente presente en el espíritu el pensamiento de Dios. No hay de qué avergonzarse de hacerlo. Nuestro ejemplo será un modelo para los demás.
Soy un personaje importante; ocupo una elevada posición social. ¿Cómo po­dría ir al templo para venerar la divinidad, dejándome zarandear por la muchedum­bre? ¿Cómo puedo postrarme ante el Señor? ¿No es algo humillante?». Tales pensamientos nacen del ego. Disponeos siempre y en todo lugar a repetir el nombre de Dios y a rendir homenaje al Señor y al gurú. De nada nos sirve un certificado de importancia dado por la sociedad. Lo que necesitamos es un cer­tificado que venga de Dios.
Si nos esforzamos constantemente, seremos capaces de repetir el mantra en nuestra mente, sea cual sea el trabajo que nos ocupe. Sólo las acciones realizadas con el recuerdo constante de Dios son un verdadero Karma Yoga. El trabajo que realizamos considerándolo como obra de Dios no genera esclavitud.

SATSANG


Hijos míos, es muy provechoso, tanto para nosotros como para nuestro entorno, reunirse en un templo o en un ashram para cantar himnos devocionales y satsangs en vez de perder el tiempo en conversaciones frívolas o en mirar pelícu­las. Podemos también sentamos en un lugar aislado o cantar himnos.
No dudéis en invitar a amigos y com­pañeros de trabajo cuando organicéis un satsang.Tomad la costumbre de reuniros una vez por semana en un lugar fijo o rota­tivamente, en distintas casas, para realizar el archana, los bhajans y la meditación. Si repartimos fruta o dulces en prasadam (ofrendas bendecidas), a los niños les vendrán ganas de participar en esas re­uniones. La cultura espiritual adquirida en la infancia permanecerá viva en ellos cuando lleguen a ser adultos.

Los que participen en estas reuniones espirituales pueden contribuir con akshata (arroz). También se puede servir una comida común. Hacerla nos purificará interiormente Y reforzará el sentimiento de unidad y de fraternidad. El archana y la adoración borrarán todas las afliccio­nes originadas por el descontento de los antepasados, ya desaparecidos, y por las influencias planetarias maléficas. El en­torno se purificará. La participación en los satsangs llenará nuestros corazones con el pensamiento de Dios.
«La humildad y la modestia atraen hacia nosotros la gracia de Dios.»

 

EN CASA


En toda nueva empresa que realicéis reservadle un sitio a Dios. Los que no tengan la posibilidad de construir una estancia aparte destinada a la adoración, al menos pueden reservar un espacio en su habitación para el lapa, la meditación o el estudio espiritual. Ese lugar sólo debería utilizarse para prácticas espiritua­les. No releguéis a Dios al cuchitril de debajo de la escalera. Deberíamos vivir como servidores de Dios y no reservarle el sitio de los criados.
Durante el crepúsculo, encended una lámpara llena de manteca purificada o de aceite vegetal y que todos los que viven en la casa se reúnan a su alrededor para cantar himnos y meditar un rato. No obliguéis a nadie a asistir a la adoración. No os atormentéis si alguien no se os une. Antaño, en la India, recitar oraciones en el momento de ponerse el sol era una práctica habitual en todos los hogares. En la actualidad, ha caído en desuso y todos nosotros padecemos las consecuencias de este descuido. Durante la puesta del sol, cuando el día se une a la noche, la atmósfera se hace impura. Al meditar y al entonar los cantos devocionales, incre­mentamos la concentración del espíritu, lo cual purifica la mente tanto como la atmósfera. Si en vez de hacerlo, nos abandonamos a conversaciones inútiles y a diversiones frívolas, las vibraciones del mundo acrecentarán la contamina­ción de nuestra mente.
Hijos míos, deberíamos constantemen­te esforzamos en cultivar la visión de la unidad y no la de la diversidad. No es necesario colocar otra cosa que no sean las imágenes del gurú y de las divinidades bienamadas de los miembros de la familia en la estancia reservada a la meditación. Tanto la estancia como las imágenes deberían limpiarse cada día. Hay quien posee imágenes especiales de los dioses que fijan en la pared los días de fiesta, como el aniversario de Krishna, Shivaratri, etc. No hay ningún mal en hacerla. La leche, sea cual sea su nombre, es siempre la misma sustancia nutritiva. Igualmente, el Señor, aunque sea conocido bajo di­versos nombres, es siempre el mismo. Es bueno fijar en la pared de la habitación una fotografía del gurú o de nuestra amada divinidad de forma bien patente. Quitarles el polvo y limpiarlas todos los días ayuda a desarrollar el shraddha (la atención consciente) y la devoción.
Hijos míos, antaño, en la India, cada hogar tenía una planta de tulasi (albaha­ca sagrada) y un rincón donde cultivarla. También era práctica habitual cultivar plantas que producían flores aromáticas destinadas a la adoración cotidiana. En la actualidad, han sido sustituidas por plan­tas de ornamentación y por cactus, cosa que refleja los cambios habidos en la disposición interior de las personas.
Una planta de albahaca o algún árbol determi­nado se consideraban sagrados y se les suponía capaces de traer prosperidad a la casa que los cultivaba y veneraba. Hay que regarlos cada día y, al entrar o salir de casa, debemos rendirles homenaje. Los antepasados tenían la costumbre de tocar la tierra antes de poner los pies en el suelo al levantarse por la mañana. Se postraban ante el sol como ante la encarnación de la Divinidad y de Aquel que da la vida.
­Vivían en armonía con la naturaleza. Veían la esencia de Dios en todo. Poseían la alegría, la paz y la salud, generadas por una tal disposición del espíritu.
Plantas como el tulasi (la albahaca) y muchas otras flores perfumadas poseen también propiedades medicinales. Culti­vadas cerca del hogar ayuda a purificar la atmósfera. Quienes poseen suficiente te­rreno alrededor de su casa pueden tam­bién cultivar un jardín de flores. Debería­mos cantar siempre nuestro mantra al practicar la jardinería. Y al mismo tiempo, ser conscientes de que las flores destina­das a la adoración nos ayudan a mantener presente en nuestro espíritu el recuerdo de Dios.
Cada uno de los que vive en la casa debería utilizar una parte de su terreno al cultivo de árboles y plantas que purifican el ambiente y contribuyen a mantener la armonía con la naturaleza. Antaño, cada casa poseía un bosquecillo y un estanque contiguos. Tanto los que vivían en la casa como toda la comunidad, disfrutaban de sus beneficios.
Hijos míos, la irradiación de una casa no es efecto de su brillo exterior, sino de su limpieza. No penséis nunca que ésta sea tarea de las mujeres o de alguien en particular. Es preferible que cada uno de los que viven en la casa ponga algo de su parte. Las costumbres tradicionales, como la de quitarse los zapatos al entrar en la casa y la de poner agua delante de ella para que la gente pueda lavarse los pies antes de entrar, contribuyen a fomentar un sentimiento espiritual de respeto ha­cia el lugar donde vivimos.
Hijos míos, tratad a los criados con dignidad. No vulneréis el respeto que se tienen a sí mismos. No les deis los restos de la comida. Deberíamos tratados como a hermanos y hermanas.
Hijos míos, mirad la cocina como un lugar de adoración. Debe estar ordenada y limpia. Esperad a cocinar sólo después de haber tomado el baño de la mañana y de haber cantado vuestro mantra. Debe­ríamos visualizar la forma de nuestro gurú o de nuestra amada divinidad en las llamas. Imaginemos que cocinamos los alimentos para dárselos como ofrenda. Imaginad que la divinidad recibe la esen­cia del alimento antes de servido a la mesa. Antes de retiraras, por la noche, aseguraos de que la cocina esté limpia. La vajilla debe lavarse y ponerse a secar. Todos los alimentos han de estar en su sitio.
Hubo un tiempo en que, en cada casa, los niños expresaban su amor y daban muestras de respeto a sus padres y a sus mayores. (En la India, existe la costumbre de tocar los pies de los mayores, de los padres, de los monjes o del gurú con ambas manos para después tocarse la frente, los ojos o el corazón en señal de respeto. Antaño, en cada casa, tal era la primera acción de todos los niños al levantarse por la mañana o antes de ir a la escuela.) En la actualidad, estas cos­tumbres prácticamente han desapareci­do. Los cabezas de familia deberían con­vertirse en modelo para sus hijos, mos­trando respeto a sus propios padres. ¿Por qué deberían los niños respetar a sus padres si éstos no lo hacen con los suyos propios, ya ancianos? Los padres debe­rían dar ejemplo para que sus hijos les imitaran.
Si os marcháis de casa para emprender un viaje, partid sólo después de haber rendido homenaje a vuestros mayores. Los niños deberían adquirir la costumbre de despedirse de sus padres antes de ir a la escuela. La humildad y la modestia atraen hacia nosotros la gracia de Dios.
Todos los que viven bajo un mismo techo deberían tomar parte en las tareas domésticas. Hacerla así fomenta el amor entre los miembros de la familia. Los varones no deberían considerar los traba­jos culinarios como exclusivamente fe­meninos, ni mantenerse aparte. Deberían ayudar en la medida de lo posible. Y encargar también a los niños tareas que pudieran desempeñar con éxito.

 

UN ESTILO DE VIDA SENCILLO


Hijos míos, que vuestro desinterés crezca; poned un límite a los esfuer­zos destinados a incrementar vuestra co­modidad personal. Un aspirante espiri­tual no debería cortejar los placeres. In­tentad llevar una vida sencilla, reducien­do las posesiones personales al mínimo.
Hijos míos, con un poco de atención se puede ahorrar buena parte del dinero gastado inútilmente en construir una casa.
Por lo general, la gente gasta sus ahorros en la construcción de su hogar y se endeuda. Una casa razonable basta para vivir. Evitad los lujos superfluos. Hijos míos, cuando construimos una casa que vale cientos de miles de rupias para cuatro o cinco personas, no olvidemos a los innumerables pobres, carente de abri­go, que pasan sus noches a la intemperie, en medio de la lluvia y del frío.
Es preferible abstenerse de usar vesti­dos con colores vivos y explosivos. De esta forma, contribuiremos a protegemos del interés de los demás. Si atraemos la atención de la gente, nuestra conciencia también se sentirá atraída por ella. Esfor­cémonos en cultivar la sencillez en nues­tros vestidos y en nuestro estilo de vida. Las mujeres deberían renunciar a su sed de alhajas. Hijos míos, la palabra y los actos coloreados por la bondad son las verdaderas joyas.
No desechéis los vestidos usados; limpiadlos y dádselos a los necesitados.
Hijos míos, obrad siempre sin aguar­dar los frutos de la acción. Su expectativa es causa de nuestra miseria. Dediquemos nuestra vida al Señor. Confiemos en que Él nos protegerá. Nuestra vida familiar nos ha de entrenar en el ejercicio de la sumisión total a Dios. Démonos cuenta de que nuestra pareja y nuestros peque­ños no nos pertenecen, como tampoco nosotros a ellos. Hijos míos, tened la absoluta fe de que todo le pertenece únicamente a Él. Cuando así suceda, Dios tomará sobre sí nuestro fardo. Nos tomará de la mano y nos conducirá a nuestra meta.
«La pureza de los alimentos contribuye        a la pureza de nuestra mente».

 

EL ALIMENTO


Hijos míos, nada de lo que comemos es puro producto de nuestro esfuer­zo personal. Lo que viene a nosotros en forma de alimento es fruto del trabajo de nuestros hermanos los hombres, de la generosidad de la naturaleza y de la benevolencia de Dios. Incluso si posee­mos millones de dólares, tenemos cons­tante necesidad de alimento para saciar el hambre. ¿Acaso se pueden comer los dó­lares? Por consiguiente, no comáis nunca sin rezar previamente con humildad.
Hijos míos, comamos siempre senta­dos. No comáis de pie o paseando.
Mientras comemos, nuestra atención no debería estar exclusivamente concen­trada en el sabor. Imaginemos que la Divinidad elegida o nuestro gurú se ha­llan presentes en nosotros y que los alimentamos. De esta forma, la acción de comer se transforma en un sadhana. No habléis mientras coméis. Igual que ali­mentamos a los pequeñuelos, imagine­mos que damos de comer a nuestra amada Divinidad. En la medida de lo posible, todos los miembros de la familia deberían comer juntos. Tomad un poco de agua en la palma de la mano derecha y recitad el bhojana mantra (el mantra de la alimentación) o vuestro propio mantra. Inmediatamente después, pasad la mano por encima del alimento tres veces en el sentido de las agujas del reloj; luego, bebed el agua. Cerrad los ojos y rezad algunos minutos: «Amado Señor, que este alimento me dé la fuerza de llevar a cabo Tu obra y de realizarte a Ti».
Si tenéis animales domésticos o pája­ros en casa, alimentadlos antes de tomar vuestra comida. Esforcémonos en ver a Dios en cada ser vivo y démosle de comer con este estado de espíritu.
Tomad vuestro alimento mientras re­petís el mantra. Hacerlo así purificará a la vez el alimento y vuestra mente.
La disposición mental de quien prepa­ra el alimento se transmite a los que lo toman. Por este motivo, en la medida de lo posible, las madres deberían cocinar para toda la familia. Si mientras se prepara la comida se recita el mantra, el alimento aprovechará a todos espiritualmente.
Hijos míos, considerad el alimento como si fuera la Diosa Lakshmi, (la diosa de la prosperidad) y recibidlo con devo­ción y reverencia. El alimento es Brahma (el Ser Absoluto). Al comer, no discutáis nunca acerca de las faltas de los demás ni de sus limitaciones. Tomad el alimento como si fuera el prasad del Señor.
Después de las oraciones y antes de empezar a comer, cada uno puede dar a su vecino una pequeña porción de comi­da. Esta acción contribuirá a incrementar el amor mutuo y el afecto entre los miembros de la familia. En la India, anta­ño, la mujer comía los restos del plato de su marido, viéndolo como el prasad de Dios. En aquellos tiempos, el marido era considerado por su mujer como la forma visible de Dios. En la actualidad, ¿dónde podemos encontrar a una mujer así y a un marido digno de tal consideración? Todo varón desea ser tratado de esta forma por su esposa, pero, ¿existe alguno dispuesto a vivir una vida digna de tal reverencia? A cualquier esposo le gustaría tener una esposa como Sita, la casta mujer del Señor Rama, pero nadie se interesa por saber si vive como Rama.
Hijos míos, no podremos controlar nuestra mente sin controlar también nues­tro deseo del sabor. La salud, y no el sabor, debería ser nuestro primer cuida­do al seleccionar el alimento. No disfruta­remos de la amplitud del corazón sin antes haber renunciado al placer del paladar.
Los que entre nosotros ejercitan un sadhana deberían cuidar de consumir tan sólo un alimento vegetal sencillo y fresco (nutrición sáttwica). Es preferible evitar los platos excesivamente salados, azucarados, sazonados con especies, o ácidos. Nuestra mente está constituida por la esencia sutil de lo que comemos. La pureza de los alimentos contribuye a la pureza de nuestra mente.
Hijos míos, tomad un desayuno ligero. Incluso sería mejor abstenerse de desayu­nar. Comed la cantidad deseada en el almuerzo y una cena ligera por la noche.
Hijos míos, no llenéis del todo vuestro estómago. Una cuarta parte debería que­dar vacía. Lo cual ayudará a nuestro cuerpo a digerir correctamente la comida.
Si comemos hasta la saciedad, incre­mentamos el esfuerzo del corazón.
Un exceso de alimentación es peligro­so para nuestro sadhana tanto como para nuestra salud. Hijos míos, perdamos la costumbre de tragar cualquier cosa en cualquier momento. Someterse a la regu­laridad en cuanto a las horas y en cuanto a la cantidad en las comidas es bueno para la salud y para el control mental.
Comed para vivir y no viváis para comer.
No tomar más de una comida los días de fin de semana y practicar el lapa Y la meditación en casa o en un ashram, es una práctica excelente. Pasar gradual­mente de una comida al día a un ayuno completo durante esos días mejorará nuestro sadhana y nuestra salud en ge­neral. No consumáis otra cosa que no sea fruta si no es posible un ayuno completo. Los días de plenilunio y de novilunio son buenos momentos para ayunar.
No comáis a la caída de la noche. Está escrito en las antiguas epopeyas que el Señor Vishnú mató al diablo Hiranya­kashipou a la hora del crepúsculo. Justa­mente es la hora en que el aire es más impuro. No es momento de llenar el estómago sino, más bien, de repetir el nombre del Señor y de llenar con él nuestra mente.
Tomar laxantes dos veces al mes para limpiar profundamente los intestinos es una práctica excelente, especialmente para los que siguen un sadhana. La acu­mulación de materias feca1es en el cuerpo representa un obstáculo para la concen­tración y entorpece el pensamiento.
Aroma no pide a los que comen carne y pescado que dejen de hacerla inmedia­tamente. Pero, para el sadhana, se reco­mienda pasar poco a poco a una dieta vegetariana. Hijos míos, poner punto fi­nal a una costumbre, sea la que sea, es extraordinariamente difícil. Estudiad vues­tra mente y, con el tiempo, convertios en su maestro.
Todo el mundo sabe que fumar y beber alcohol es malo para la salud. No obstante, a la mayoría de personas que han contraído tales hábitos les parece difícil desembarazarse de ellos. ¿Cómo es posible que quien es incapaz de liberarse de las garras de un cigarrillo pueda espe­rar llegar a la realización de Dios? Los que no consiguen dejar de fumar desde la mañana hasta la noche, deberían masti­car un sustituto, como el regaliz, o beber un vaso de agua cuando le asaltan las ganas de fumar. Si lo intentamos sincera­mente, en un tiempo muy corto podre­mos renunciar al tabaco y a cualquier otro mal hábito.
El café y el té quizá aportan un cierto estímulo transitorio, pero adoptar el hábi­to de beberlos, de hecho, perjudica a la salud. Abandonadlo también.
Mis queridos hijos, deberíamos tomar la firme resolución de renunciar total­mente al alcohol. Beber arruina la salud y la riqueza, debilita la fuerza mental y destruye la paz de la familia, todo a la vez. No consumáis alcohol, ni siquiera para complacer a los amigos.
Hijos míos, no toméis substancia tóxi­ca. Nosotros, que hemos de servir al mundo, no deberíamos arruinar nuestra salud con tabaco y alcohol. El dinero que derrochamos de esta forma podría ser útil a otras muchas necesidades. Con el dinero que se va en humo, podríamos comprar miembros ortopédicos para los que los necesiten, pagar una operación de la vista a alguien que padece catara­tas o proporcionar una silla de ruedas a una víctima de la poliomielitis. y si no hay otra cosa por medio, podríamos comprar libros espirituales para la biblio­teca local.
Dejar que se pudra la comida o echar una parte a la basura constituye una ofensa a la sociedad. Pensad cuánta gen­te sufre por no tener siquiera una comida al día. Cuando un vecino se muere de hambre, ¿se puede ser feliz saboreando una comida suntuosa? Hemos de ayudar a los hambrientos lo mejor que podamos.
Tomemos conciencia de que alimentar a los que tienen hambre no es otra cosa que adorar a Dios.

LA VIDA EN FAMILIA


Hijos míos, marido y mujer deberían amarse y servirse viendo a Dios uno en el otro, convirtiéndose así en pareja ideal, en modelo tanto para sus hijos como para los demás.
Cuando esposo Y esposa veneran a Dios juntamente, practican la meditación y el lapa, leen textos espirituales, sirven al mundo, transforman su casa en un ashram y para ello progresan juntos en su sadhana, no tienen necesidad de buscar la liberación. La liberación vendrá por sí misma.
Esposo y esposa no deberían conver­tirse en obstáculo el uno para el otro en el camino espiritual. No hemos de aban­donar nuestro camino espiritual aunque no reciba la aprobación de nuestro cón­yuge. No obstante, es igualmente falso apartamos de nuestro deber poniendo como excusa la vicia espiritual. Amma ha visto a muchos que así obraban. Nunca está bien. Cuando viene el momento de realizar la tarea que nos corresponde, debemos entregamos a ella recordando a Dios. Si en vez de obrar así, nos sentamos en ese momento a meditar, no adelanta­remos en nada. No hemos de ser causa de pena para un compañero que se opone a nuestro sadhana. Al desempeñar vues­tros deberes familiares, intentad, más bien, orar a Dios para que transforme el espíritu de vuestro marido o de vuestra esposa.
Dos o tres días por semana, al menos, las parejas deberían abstenerse de rela­ciones sexuales. Poco a poco, intentad llegar a la castidad la mayor parte del tiempo. Absteneos de relaciones las no­ches de plenilunio, de novilunio y cuan­do la mujer tiene su regla menstrual.
Esforzaos en vivir como hermano y her­mana tras el nacimiento de uno o dos hijos. Es esencial para sacar provecho del sadhana y para realizar un progreso espiritual gracias al control de la mente.
Siempre que hemos tenido una rela­ción sexual deberíamos preguntamos: "Mente mía, ¿de dónde viene esta alegría? ¿Acaso no me retira simplemente el vi­gor?». Todo placer, obtenido por otro medio que no sea el control de la mente, debilita el cuerpo. La relación entre mari­do y mujer debería transformarse en un amor de corazón a corazón en el que el deseo se ausenta. Progresad por el cami­no de la virtud, manteniendo el espíritu fijo exclusivamente en el Supremo Señor.
Hijos míos, basta tener un hijo. Dos como máximo, pero no más. Si el número de hijos disminuye, seremos capaces de educados con esmero. Las madres debe­rían insistir en dar el pecho a sus hijos, amamantándolos. Recordad el nombre del Señor cuando alimentéis a vuestro hijo y orad: «Amado Dios, educa a este niño para que sirva al mundo. Es tu hijo. Concédele las cualidades que son las tuyas». De esta forma, el niño será inteli­gente, será un buen trabajador y prospe­rará. Basta con tener a Dios presente en nuestros pensamientos y todo redundará en favor nuestro.
Los hombres casados deberían abste­nerse de relaciones con otras mujeres. Igualmente, las mujeres casadas no han de buscar a otros hombres.
Cuando surge una diferencia en la familia, disponeos a discutida y a resolver el problema ese mismo día, en vez de dejado para más tarde. Todo el mundo puede dar amor a cambio de amor, no hay nada extraordinario en ello. Intentad responder alodio con el amor. Ésta es la verdadera medida de nuestra grandeza. Sólo cuando estamos dispuestos a perdo­nar y a aceptar las faltas y deficiencias de cada uno, la paz podrá reinar en la familia.
Para formar el carácter de los hijos, es esencial que los padres lleven una vida ejemplar. Cuando la vida de los padres está muy lejos de ser un modelo, ¿cómo pueden educar correctamente a sus hijos?
Los hijos concebidos al caer la noche a menudo muestran síntomas de idiotez o tienen un mal carácter. Los pensamientos profanos se encuentran en su apogeo en aquel momento. Éste es el motivo por el que es conveniente practicar la adora­ción, el archana, el lapa y la meditación durante las horas crepusculares.
Quien practique regularmente el con­trol de la comida, el lapa y la meditación, obtendrá en el tiempo oportuno la fuerza de mantener la castidad. Pero sucede que, durante algunos períodos del sadhana, las tendencias innatas pueden surgir y causar un penoso despertar en los deseos del mundo. Solicitad la opi­nión del gurú en este punto.
Buscad refugio en Dios sin temor y mantened, en la medida de lo posible, vuestro propio autocontrol.
Las parejas deberían observar estricta­mente la castidad a partir del momento en que la mujer está en el tercer o cuarto mes del embarazo. Evitad cualquier discu­sión, como también las revistas y pelícu­las que despiertan los deseos mundanos y las pasiones. Más bien, leed cada día libros espirituales, ejercitad la práctica del lapa y la meditación. Las oleadas de pensamientos y de emociones de la ma­dre juegan un papel importante en el desarrollo del carácter del niño que está en su seno.
La práctica delpranayama(control de la respiración), sin estar uno firmemente establecido en la castidad, puede traer complicaciones. Practicad el pranayama sólo bajo la supervisión de un gurú.

LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS


Hasta los cinco años, los niños debe­rían verse rodeados por un amor abundante. Desde los cinco hasta los quince años, deberían ser educados en una disciplina muy estricta, sobre todo en el campo de los estudios. Durante este período, se ponen los fundamentos de su vida. El amor sin disciplina los echaría a perder. Más allá de los quince años, los hijos deberían recibir un máximo de amor, de lo contrario correrían el riesgo de extraviarse.
Muchos adolescentes de uno y otro sexo le han confiado a Amma que la falta de amor en el hogar fue la causa de su mal comportamiento. En la adolescencia, los jóvenes aspiran ardientemente a ser ama­dos. Sus padres, en cambio, los castigan y riñen severamente a fin de disciplinarlos. Ni siquiera permiten que se les acerquen ni dejan que les den muestras de su amor. Dar pruebas de un afecto excesivo a una edad en la que los hijos necesitan ser disciplinados, puede estropearlos. De hacerla así, se convertirán en seres pere­zosos e indiferentes a sus estudios. Pero, cuando ya sean mayorcitos, no hace falta reprenderlos con severidad, sino todo lo contrario, a saber, mostrarles sus errores y corregirlos con la ayuda de la razón y de la lógica.
Los padres deberían empezar a expli­car las ideas espirituales a sus hijos ya desde pequeños. Aunque contraigan malas costumbres al crecer, las impresio­nes positivas, grabadas en su subcons­ciente, les devolverán al buen camino, en el tiempo oportuno.
No insultéis ni critiquéis a nadie en presencia de vuestros hijos. Os imitarán.
La fortuna viene hoy y se va mañana, pero un buen carácter dura toda la vida.
Por este motivo, los padres que sean ricos deben asegurarse de que sus hijos crez­can en el aprendizaje de la humildad y de la confianza en sí mismos.
Enseñad a vuestros hijos a mostrar una actitud humilde ante los profesores y los maestros espirituales. La enseñanza, par­ticularmente la que ha de recibir una naturaleza espiritual, sólo será beneficio­sa en una tierra humilde. Algunos creen que los niños que van a la escuela no tienen necesidad de trabajar. No es ver­dad. La educación recibida en la escuela no basta para la vida. Los niños deberían aprender a participar en todas las tareas domésticas.
Los padres que acunan a sus hijos con canciones y lecturas antes de dormirse deberían utilizar himnos e historias espi­rituales. También esto ayudará a sus hijos a conservar a Dios corno algo vivo en sus pensamientos. La cultura espiritual arrai­gará hondamente en su subconsciente. Elegid cuidadosamente los libros que lee.
La madurez mental depende de la enseñanza dada por los adultos. Los pa­dres y los mayores que viven en la misma casa deberían atender a las cuestiones referentes a la educación de los hijos. Quienes hayan recibido una formación escolar deberían ayudar a los niños en sus lecciones en la medida de lo posible. No lo dejéis a la total responsabilidad de los profesores. Si los niños del vecindario van a la escuela junto con los vuestros, podéis también invitarlos y ayudarlas. Así deberían obrar los buenos vecinos. Nun­ca hay que alegrarse del fracaso del niño de una casa vecina, ni desear el éxito en el nivel superior únicamente si se trata de nuestros propios hijos.
Los niños han de respetar a sus mayo­res. Ponerse en pie cuando un adulto entra en la habitación, no sentarse sino después de que lo haya hecho él, responderle cortésmente, obedecer a sus instruccio­nes, controlar el deseo de bromear a su costa y de responderle con voz altisonante o contrariándolo, son recomendaciones esenciales para el bienestar de la familia. Igualmente, cuando los hijos jóvenes pi­den licencia para marcharse, los adultos deberían permitírselo acompañándolo con un beso afectuoso. Los niños han de sentirse amados. El amor hacia nuestros hijos no se ha de parecer a la miel oculta en el interior de una piedra.
Los rituales y las costumbres deberían basarse en el amor. Las acciones en sí mismas, sin el nivel espiritual apropiado, son inútiles. Cada acción debe realizarse con devoción, humildad y pura motiva­ción. La humildad y la obediencia son necesarias para que la disciplina se desa­rrolle. Nuestra humildad y nuestra obe­diencia son como el aceite en la máquina: si utilizamos la máquina sin lubrificante, se echa a perder.
Los niños deberían ser educados en la comprensión de su cultura y deberían sentirse orgullosos de ella. ponedles nom­bres que reflejen su tradición cultural y que evoquen el recuerdo de Dios y de los maestros espirituales. Desde su más tem­prana edad, instilad en ellos impresiones positivas de Dios, contándoles historias del Señor y de sus santos. Hubo un tiempo en la India en la que todo el mundo aprendía desde la infancia el sánscrito, que es el lenguaje de las Escrituras. Esto les ayudaba a absorber tempranamente en su vida las semillas de la espiritualidad. Inclu­so los que no estudiaban oficialmente las Escrituras sagradas podían fundamentar su vida en los principios espirituales me­diante la asociación con los que sí las habían estudiado.

LA REALIZACIÓN


Cuando los hijos han crecido y ya son capaces de proveer a sus propias necesidades, los esposos deberían irse a vivir a un ashram y llevar una vida espiritual mediante el desarrollo de su espíritu y la consagración a la meditación, al lapa y al servicio desinteresado. Para que esta transición sea posible, es preciso cultivar desde el principio un sentimiento de gran adhesión al Señor, y sólo a Él. Sin un vínculo espiritual de esta índole, la mente se enredará aún más con sus cadenas: primero, con los hijos, después con los nietos, y así sucesivamente. De esta forma, si permitimos la persistencia de tales ligaduras, echaremos a perder nuestra vida. Si, al contrario, consagra­mos nuestra existencia al sadhana, nues­tro poder espiritual nos ayudará tanto a nosotros mismos como al mundo. Por consiguiente, tomad la costumbre de re­tirar vuestra mente de los innumerables temas mundanos y concentradla total­mente en Dios. Cuando vertemos aceite de un recipiente a otro, perdemos un poco en cada etapa; exactamente de igual forma, adhiriendo nuestra mente a muchos objetos, perdemos el poco poder espiritual que poseemos. Cuando el agua se recoge en un depósito, puede alimen­tar por igual a todos los grifos de la casa. Concentrando constantemente nuestra mente en Dios, sea cual sea el trabajo en el que andemos metidos, el beneficio llegará a todos los miembros de nuestra familia. El objetivo último no consiste en amontonar riquezas para los hijos y para la familia, sino que debería ser concen­tramos en nuestro propio desarrollo espi­ritual.
Hijos míos, el alma no es otra cosa que Dios. La auténtica ascesis es la acción que se emprende siendo constantemente cons­ciente de Dios.
Hijos míos, la meditación y el lapa no son las únicas formas de sadhana. El servicio desinteresado es también un sadhana. Y es el atajo más sencillo para el desarrollo de nuestro ser. Cuando compramos flores para un amigo, somos los primeros en disfrutar de su perfume y de su belleza. De la misma forma, me­diante el servicio desinteresado, ensan­chamos nuestros corazones y somos los primeros en saborear su dicha.
Antes de orar por nosotros mismos, deberíamos rezar para que el corazón y la mente de nuestros vecinos se transfor­men en bondad. Si un ladrón o un loco vivieran en la casa de al lado, ¿cómo podríamos dormir en paz? Viviríamos constantemente con el miedo a ser roba­dos o asaltados. Nuestro espíritu estaría inquieto y no nos permitiría abandonar nuestra casa ni siquiera cinco minutos. Roguemos a Dios para que nuestros veci­nos sean buenos. Lo haremos por nuestro propio bien y por nuestra propia paz. Sólo mediante tales plegarias por los demás podremos hacer que la espiri­tualidad se extienda y que se purifique nuestro corazón.
Hijos míos, no hurguéis en la vida de los demás ni comentéis sus faltas y fraca­sos; intentad, más bien, ver siempre el bien en el otro. Cuando nos herimos en la mano, no reprendemos a nuestra mano. Lo que hacemos es aplicar una medicina en la llaga y tratarla con mucho mimo. Deberíamos servir a los demás con la misma benevolencia, sin echarles en cara sus errores.
Si al andar pisamos una espina y ésta se nos clava en la planta del pie, todas las lágrimas que derramemos no nos librarán de la espina ni del dolor. Hemos de extraer la espina y aplicar una pomada a la herida. Igualmente, no hay que llorar por las cosas efímeras que nos hacen daño. Si esas mismas lágrimas se derra­maran por Dios, nuestra mente se limpia­ría y adquiriríamos la fuerza necesaria para superar los obstáculos. Por ello, mis queridos hijos, dejadlo todo en sus ma­nos y sed fuertes. ¡Llenaos de valor!
Hijos míos, llorar por Dios no es debi­lidad. Estas lágrimas lavan esas impure­zas que son los malos hábitos acumula­dos a lo largo de tantas existencias. La vela brilla con tanta más luz y resplandor cuanto más se derrite la cera. Del mismo modo, las lágrimas derramadas por Dios aceleran nuestro crecimiento espiritual. En cambio, cuando nos lamentamos por las cosas de este mundo o por nuestra familia, nuestra fuerza nos abandona y nos debilitamos.
Cuando hemos subido al autobús, ¿por qué seguir llevando nuestro fardo en la cabeza, lamentándonos de su peso? Pon­gámoslo en el suelo del vehículo. Igual­mente, abandonémonos todos en Sus pies de loto. Él velará por nosotros y nos protegerá. En la actualidad, andamos ape­nados porque aún no nos hemos someti­do.
Hijos míos, sea cual sea la actividad que hayamos emprendido, seamos cons­cientes de que actuamos gracias a Su poder. A menudo vemos las señales de indicación a lo largo de las carreteras, pintadas con pintura reflectante; sólo cuando las enfoca la luz brillan. Del mismo modo, únicamente a través de Su poder somos capaces de actuar. Sabed que Él nos hace hacer todo. Nosotros no somos más que los instrumentos.
La concentración que necesitamos para contar los granos contenidos en un puña­do de arena, o la que se requiere para atravesar un río sobre una cuerda raída, es la concentración que tendríamos que desarrollar en todo lo que hacemos.
Hijos míos, ahimsa o principio de la no-violencia debería convertirse en el propósito de nuestra vida. Se trata de abstenerse de producir ningún mal a nadie, ya sea por pensamiento, palabra o acción. Sólo abriendo nuestro corazón y nues­tro espíritu podremos hallar Su mundo lleno de dicha en medio de este mundo saturado de obstáculos. Hijos míos, sin el espíritu del perdón y de la humildad no podemos conocer a Dios ni atraer hacia nosotros la gracia del gurú. Un ser valien­te es aquél que puede perdonar incluso cuando la cólera se levanta de forma incontrolable. Cuando apretamos el bo­tón, el paraguas se despliega y nos prote­ge de la lluvia y del sol. Pero si el botón no quiere funcionar, nada de esto sucede. Cuando la semilla se hunde en la tierra, germina y se convierte en árbol. Al trans­formarse en árbol, podemos atar a él incluso un elefante. Pero si la semilla no quiere someterse, se niega a salir del cesto de las semillas y rehúsa desaparecer en la tierra, acabará alimentando a los ratones.
Hijos míos, si amáis a Amma, ved a Arnma en todos los seres vivos y, en consecuencia, amadlos. Hijos míos, la realización de Dios y la realización de la propia identidad es lo mismo. La realización de Dios no es otra cosa que poseer un corazón magnánimo, capaz de amar por igual todas las cosas.

GLOSARIO


Ahimsa: Abstenerse de matar o de provocar dolor a cualquier ser vivo ya sea en pensa­miento, palabra o acción.
Archana: Culto que consiste en repetir cien, trescientas o mil veces los Nombres de la    Divinidad elegida.
Ashram: Ermita o residencia de un sabio.
Bhagavat Gita: Conjunto de enseñanzas da­das por Krishna a Arjuna al inicio de la guerra del Mahabharata. La Cita constituye una guía práctica para la vida diaria de un hombre ordinario y contiene la esencia de la sabiduría védica. Bhagavat significa Dios y Cita quiere decir cántico; su nombre significa, pues, el cántico de Dios.
Bhagavatam: Texto sagrado que narra la existencia de las encarnaciones del Señor Vishnú, yen particular de Krishna. Describe el valor supremo de la devoción.
Bhajan: Canto de devoción.
Dharma: La rectitud, la virtud; el acto justo de acuerdo con la armonía divina.
Gurú: Guía, maestro espiritual.
Guruseva: Trabajo realizado para el gurú.
Japa: Repetición de una fórmula sagrada o mística (mantra).
Kali Yoga: La época negra del materialismo, en la que actualmente vivimos.
Karma: Acción. Causa y efecto.
Kirtan: Repetición cantada del Nombre de Dios; canto devocional.
Lalita Sahasranama: Los mil nombres de la Madre Universal bajo la forma de Lalitambika.
Mahabharata: Gran epopeya escrita por Vyasa.
Mahatma: Gran santo, gran alma.
Mala: Rosario.
Mantra: palabra o frase sagrada cuya repeti­ción puede despertar las energías espiritua­les. Los mantras son, generalmente, fórmu­las muy potentes que han sido repetidas millones de veces por los que practican la vida espiritual. Algunos mantras provienen de los tiempos védicos.
Ojas: Energía sexual transmutada en energía espiritual mediante el ejercicio espiritual.
Pranayama: Control de la mente mediante el control de la respiración.
Prasadam: Ofrenda consagrada a Dios o a un santo, por lo general distribuida después de la acción cúltica.
Sadhak: Discípulo espiritual. (Sadhika para el femenino).
Sadhana: Disciplina espiritual.
Samsara: Ciclo de nacimientos, muertes y renacimientos.
Samskaras: Huellas del pasado.
Sannyasin: El que renuncia al mundo.
Satsang: La compañía de los sabios. Por exten­sión, los discursos que nos han dejado.
Sattvic (Sáttvico): La cualidad de pureza o de serenidad.
Shraddha: La fe. Amma le da el sentido de vigilancia, entendida como una atención
esmerada dirigida a la acción en curso.
Suryanamaskar: Ejercicio del yoga que con­siste en saludar al sol por la mañana, al
   levantarse, mediante distintas posiciones.
Tapas: (Literalmente, "calor"). Ascesis, austeri­dad.
Tulasi: La albahaca sagrada.
Vasana: Tendencia latente, resultado de los samskaras.